Muchas gracias a La Capital por darme un espacio y escribir para sus amables lectores. Cada martes compartiré mi opinión y es mi compromiso aportar reflexiones de los asuntos públicos como espacio común de todos los ciudadanos. Buscaré exaltar lo que, a mi juicio, haría mejor a nuestra sociedad, justificando planteamientos con datos de organismos oficiales y alejándome de posiciones que rayan en el fanatismo, lo que depreda las buenas intenciones, pulveriza el diálogo y se apropia de la verdad.
En virtud a lo anterior es que en esta primer participación intento describir qué clase
de ciudadano necesita nuestro país frente a la clase política que actualmente está en los espacios públicos. Para lograrlo, explicaré dos premisas: La primera gira entorno al contexto que actualmente tiene nuestra clase política y su insuficiencia de discutir lo verdaderamente importante; la segunda, es lo que nuestros ciudadanos necesitamos ser conscientes para generar resultados nosotros mismos, sin esperar que otros lo hagan antes.
Cualquier persona esperaría (hasta agradecería) escuchar al Presidente de la República hablar del futuro, de las soluciones, que sean tangibles los avances sustanciales de su gobierno y no mero discurso mañanero. En cambio, hoy solo recibimos ataques todos los días al pasado, a los expresidentes, a empresarios, hasta a su propio Gabinete porque “su pecho no es bodega”. Estamos todos de acuerdo que queremos justicia, pero para eso está todo el andamiaje institucional para ir tras los delincuentes. No es un fiscal por lo que votó el país, sino por un líder que nos una.
Sin embargo, ya nos tiene acostumbrados a comentarios sin sustento y por más banal que sea la declaración, cuando la realiza el Jefe de Estado Mexicano, adquiere una dimensión noticiosa relevante. En consecuencia, todos los actores políticos que no son afines al Ejecutivo emiten sus posicionamientos, básicamente para decir que están en contra, sin ánimo alguno de colocar su contrapropuesta basada en datos y hasta en sentido común. Ellos están en un círculo de antagonismos que sólo fluye en un sentido a favor o en contra de las vanidades personales del Partido que accede al poder. Eso, estimado lector, me parece insuficiente y estoy convencido que nos merecemos más.
Para ello se requiere una cuña que logre penetrar en ese círculo, haga sentir su fuerza y comience a direccionar los esfuerzos en lo que de verdad nos duele a todos los que padecemos del mal gobierno. Ahí está la clave y la tienen las mujeres y hombres de este país.
Por tal razón, estoy convencido que todos, desde donde nos encontremos, podemos aportar empresas solidarias, medios de comunicación transparentes, activistas sociales que transformen realidades, instituciones públicas y privadas que tengan un apego real al marco legal. Solo falta agregar que quienes operan todo lo anterior son las personas. Si individualmente podemos ser exactamente lo que buscamos para el país, esas áreas públicas en las que tenemos relevancia cambiarán.
Alguien que aterrice sus ideas en proyectos tangibles; que sea capaz de medir su efectividad y tenga el carácter de tomar decisiones si hay que hacer cambios; que tenga la formación académica y social para ayudar a hacer más fácil la vida del otro; que tenga la suficiente humildad de escuchar y retomar ideas de sus colaboradores, porque se sabe incapaz de saberlo todo; que sea capaz de identificar el dolor de las personas, traduciéndose en propuestas concretas; que no haga del ataque el centro de sus participaciones, sino que encuentra argumentos en el pasado y lo exponga sin resentimiento.
En otras palabras, no basta con ser honesto y honrado. Es indispensable, sin dudas. Pero además, hace falta estar preparado. Cuando logremos insertar esa mentalidad en un grueso amplio de ciudadanos, inevitablemente el ambiente de nuestra sociedad va a ser mejor. Las personas que toman decisiones nacen justamente de la sociedad y hay, para bien, señales claras que cada vez se alza la voz con fuerza y valentía. Si de ahí han de salir los futuros servidores públicos, no cabe duda que justamente ahí podemos vencer la actual inercia en la que nos encontramos. En ese tipo de líderes sí podemos depositar nuestra esperanza.
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