Los sindicatos son figuras que La Constitución garantiza en su Artículo 123 a todos los empresarios y trabajadores que tengan intereses comunes y quieran agremiarse con el fin de defenderse bajo los intereses que los unen.
En todos los lugares verdaderamente democráticos del mundo el sindicalismo ha contribuido a que los trabajadores privados y públicos tengan acceso a prestaciones de salud, sueldos justos y promueven la unidad para evitar injusticias, entre otras cosas. Así mismo, todos hacen política al incidir directamente en las políticas públicas en las que sus agremiados están involucrados.
Pero como todo en México, que aparenta ser demócratico, el sindicalismo se ganó a pulso la fama de no ser más que un botín político en el que ganan ellos pues les dan prestaciones irreales, mientras que el gobernante en turno goza de la garantía de apoyo de la base sindical pues se vuelve el patrón bueno.
Esa percepción generalizada se ha ido diluyendo a lo largo de los años por los esfuerzos de los propios sindicatos y la nueva realidad de nuestro país, que ha estado dando pasos hacia la democracia (por supuesto, esta afirmación la hago con reservas). Esto se debe a que año con año son cada vez más realistas las exigencias sindicales, sumado a que con cada vez más señales, las elecciones para elegir a sus líderes son cada vez más auténticas y libres.
Como muestra, tenemos el proceso pasado en el que se eligió quién dirige al Sindicato de Trabajadores al Servicio del Ayuntamiento de Culiacán (STASAC). Por un lado, estaba Héctor Alarid, quien buscaba reelegirse, aún teniendo señalamientos de malversación de fondos y hasta coaccionar apoyos al PRI, partido que lo llevó al Congreso del Estado como diputado. Por el otro lado, estaba Julio Duarte, de larga trayectoria administrativa y quien a base de hacer acuerdos con las bases logró lo que muchos veían imposible, que era derrotar la hegemonía de Alarid.
Así mismo, los ayuntamientos han estado mejorando en su propia administración y, al menos los de Culiacán y Mazatlán, han dado pasos hacia mayor eficiencia de los recursos. No pretendo evaluar en ese momento si es correcto o no cómo ha aumentado la recaudación y mucho menos si es positivo o negativo el rumbo que han imprimido hacia los municipios que gobiernan. Lo que sí puedo afirmar, es que en la comparación de las administraciones anteriores, se ha sido más disciplinado en cuanto al dinero se refiere.
Tan es así, que hasta aguinaldos pudieron adelantar, lo que no se recuerda un antecedente reciente. Al momento de cruzar ambos factores es que hoy tenemos en riesgo la huelga de los sindicatos de Culiacán y Mazatlán. Por un lado, los líderes sindicales que exigen para protección de sus agremiados y, por el otro, presidentes municipales que saben que están trabajando en hacer que el dinero alcance sin caer en deudas o pedir dinero adicional a la federación y al gobierno del estado, por lo que no pretenden ser sometidos por el sindicalismo.
Aquí hay un diferencia importante entorno a lo que Julio Duarte, de Culiacán, como el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Ayuntamiento de Mazatlán piden. Por un lado, en Culiacán se pide que se eleve el salario por encima de la inflación, ya que la propuesta apenas alcance el 1% de aumento para trabajadores que más ganan y cerca del 3% para los que menos ganan. Lo que en los hecho se traduciría en una pérdida real frente al aumento de los precios con los que se puede vivir con dignidad.
En Mazatlán, la amenaza de huelga se da porque piden un aumento del 18%, lo que en prácticamente ningún lado del país se los otorgarían por elevados y fuera de las proporciones de lo que se puede pagar.
Por el perfil de lucha de los sindicatos, es previsible que hasta el último minuto tengan amenazado detener sus labores, lo que paralizaría a la administración municipal. En reacción, el propio alcalde de Mazatlán ha intentado dialogar en distintos frentes, pero deja claro que dentro de sus facultades está contratar más personal y les recuerda a los trabajadores que son los ciudadanos los que juzgan, porque él ha mantenido en orden los pagos y prestaciones.
En Culiacán, ni siquiera habría amenaza de huelga si se hubiera propuesto un aumento justo y no fuera tan alta la soberbia y prepotencia de Jesús Estrada, Presidente Municipal. Así se asoman dos maneras distintas de ejercer el poder, pues en el Puerto es posible platicar aunque el alcalde sea más duro, mientras que en Culiacán rápidamente surgen las acusaciones, aunque el Sindicato esté mucho más abierto a exigencias con mucho más sentido.
Por tal razón, se deja claro que existen las dos visiones aún de lo que la autoridad puede tomar como postura, entre la respetuosa comunicación y la altanería, así como la de ser cada vez más auténticas las luchas por los derechos de los trabajadores, sin tintes políticos, y los arraigados vicios de buscar privilegios exorbitantes.
De todo esto, lo único positivo es que son cada vez más libres los líderes de los ayuntamientos y sindicales para dejar de simular y beneficiarse mutuamente, en una simbiosis donde los afectados somos los ciudadanos. Ciertamente es un avance.