Tomando en cuenta la potencialidad de contagio del Covid 19, permitir público en los estadios fue un total desatino por parte de las autoridades.
Las escenas son dantescas por las consecuencias que pudieran tener. La puesta en marcha de Liga Mexicana del Pacífico se convirtió en un crisol de acciones irresponsables, que en solo dos semanas pudieran cobrar una muy alta factura. En alguna parte del estadio de Tomateros, un sujeto completamente extasiado, por momentos vesánico, deja caer sobre su cuerpo un líquido como si fuera el elixir de la vida, circundado por otras personas que le celebran sus dislates.
En otras zonas del inmueble, en lontananza se puede observar que las aglomeraciones de aficionados se suceden unas a otras, obviamente sin respetar la ya muy conocida sana distancia y muchos de ellos sin cubrebocas, dispersando las partículas de saliva por acá y por allá. Previo al juego, el mánager del equipo local, reportado con covid 19 tras una primera prueba, acude a un establecimiento y a bordo de su automóvil adquiere un producto.
Los protocolos de sanidad, en la mayoría de los casos, no se respetaron. Los encargados de velar porque las medidas de prevención se cumplieran cabalmente, fueron completamente rebasados. Y las consecuencias de todo ello pudieran ser catastróficas, sobre todo si se toma en cuenta que el último gran evento masivo que hubo en la zona centro, el Carnaval de Navolato, fue detectado por las autoridades como de los principales detonantes del coronavirus en la capital sinaloense y el municipio cañero. Lo sucedido en el estadio del equipo de beisbol local es una prueba fehaciente de la estulticia, la necedad y el despropósito en que viven tales o cuales personas.
Es también una prueba más de la irresponsabilidad con que han actuado ciertas autoridades ante el embate del Covid 19. Es la demostración de lo que ya se mencionó en la colaboración anterior: que entre los gobiernos como entre los ciudadanos hay una urgencia por retomar el “control” y la normalidad a costa de su propia salud y la de los demás.
Abrir los estadios al público fue un desatino total, por el riesgo de propagación de coronavirus. Las autoridades mostraron más preocupación por saber si podían hacerlo o no, que ni siquiera se detuvieron a preguntarse en si debían hacerlo. Ya se dijo en la colaboración anterior: la premura por restablecer la cotidianidad que se observaba antes del coronavirus es cada vez más acelerada, más arriesgada. Y lejos de salir del atolladero en que se encuentra la sociedad por el Covid 19, pudieran ahondar aún más el problema de salud que hoy en día está más vigente, y quizás dentro de dos semanas, lo esté aún más, como resultado de permitir el acceso del público a los estadios.