Se cumple un año de aquel trágico día, de aquel jueves 17 de octubre de 2019, cuando el Estado mexicano fue sometido por el crimen organizado; cuando monopolizando la violencia y superando en estrategia a las fuerzas del Estado, el crimen impuso las reglas de juego; cuando si contabas con mucha suerte te tocaba sortear ráfagas de fuego o guarecerse en el primer rincón hallado en la huída por salvar la vida, presa de tu propio miedo, porque otros, los menos afortunados, murieron a causa de las balas Se cumple un año del también llamado Culiacanazo, cuando un aura negra, espesa por el humo y la pólvora, opacó el esplendoroso azul del cielo culiacanense.
A un año de aquel trágico día, un cúmulo de preguntas siguen vigentes, una de las cuales es: ¿qué dejó o qué no dejó el Culiacanazo? En un recuento rápido se puede decir que el operativo fallido no dejó un solo detenido, no generó una sola orden de aprehensión y ninguna destitución de los mandos que actuaron en prevaricato, tampoco dejó alguna renuncia. Sí dejó, en cambio, ocho personas muertas, 16 heridos y 51 reos fugados, algunos de ellos presuntamente con reincidencia delictiva, así como el desgaste y exhibición de la Guardia Nacional.
En medio de ese vertedero de tragedia emergieron aspectos positivos, por fortuna casi inmediatamente al 17 de octubre de 2019. El primero fue que de entre el imaginario colectivo mermó sustancialmente la versión romántica del narco protector, del narco generoso, del narco dador del bien. Podríamos atrevernos a decir que en muchos de los casos, por primera vez y al menos por algún momento se e desprendieron de esa percepción.
Este día, finalmente, se percataron del Leviatán, que emergió desde las entrañas de la ciudad para devorarlo todo a su paso. Otra arista positiva de ese infructuoso operativo fue el surgimiento de un movimiento civil llamado Culiacán Valiente y una serie de iniciativas que hoy en día siguen activas, en su incesante búsqueda de mejorar las condiciones emocionales, informativas, perceptivas, de justicia, seguridad, etcétera.
El llamado Culiacanazo, que hoy cumple un año, desvistió por completo la ineficiencia de las autoridades federales, mostró la faceta más temible de la delincuencia organizada y, por fortuna, hizo posible la germinación de encomiables iniciativas de diferentes organismos para buscar concretar uno de los mandatos semíticos consignados en un libro milenario: “vencer al mal con el bien”.